miércoles, 14 de marzo de 2007

Las letras: una cuestión de números

Hace ya varios años decidí invertir el porcentaje de best sellers que leía respecto a las lecturas más literarias o universales. El motivo de esto fue que, echando una ojeada a las estanterías de casa, me di cuenta de que había muchos libros que recordaba haber leído pero de los cuales no podía hacer ni un burdo resumen y, en algún caso, incluso ni eso. No me acordaba. Stephen King, Robin Cook, Noah Gordon, etc...Libros de entretenimiento que se devoran tan rápido como se olvidan en la mayoría de los casos.

En ese momento salió el venazo de ingeniero. ¿Cuántas horas habré "perdido" leyendo libros que luego no logro ni siquiera recordar? ¿Cuántos libros puedo leer a lo largo de mi vida? ¿No valdría la pena ser un poco más selectivo y leer aquéllos libros importantes por su contenido artístico-estético, su universalidad, o por los cambios que supuso en el pensamiento humano?

Así que hice unos números rápidos. Supongamos que me quedan 50 años de vida. A una media de un libro por mes salen unos 600 libros hasta el final de mis días. Esto tirando alto porque cuando uno estudia está más por los apuntes que por libros. Por otro lado me imagino que cuando llegue a los setenta, tenga la vista cansada, etc... el ritmo puede decrecer. En fin, pongamos que por diversos factores, y por redondear, me quedan 500 libros. En ese momento me propuse que por lo menos 300 de estos libros fueran importantes para el ser humano, entendido de forma muy muy general.

Así pues, junto a los Tommyknockers de King ahora conviven La Colmena, El Libro de Buen Amor, La Casa de Bernarda Alba, El Rey Lear, Cien Años de Soledad, las Novelas Ejemplares o el propio Quijote por citar sólo algunos ejemplos. Pero sin pedanterías, durante este tiempo también ha habido espacio para obras como La Sombra del Viento o Pandora al Congo. La verdad es que a veces apetece la lectura con el único fin de la evasión. Como dice U.Eco en Apocalípticos e Integrados no existe ningún problema en disfrutar simultáneamente de la literatura en mayúsculas o de novelas de entretenimiento. El problema es confundir una cosa con otra, o que pretendan colocarte lo segundo como si de lo primero se tratase. Eso sería kitsch.

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