lunes, 15 de octubre de 2007

Los medios y la agenda pública

De todos es sabido que una de las funciones que realizan los medios de comunicación es el establecimiento de la agenda pública. Ese es el motivo por el cual algunos temas aparecen de repente o reaparecen periódicamente. Estos temas a menudo están en boca de la gente hasta que un medio de comunicación lo lleva a las portadas y el resto de medios le siguen como corderitos. En otras ocasiones sucede al revés: el tema interesa a los medios de comunicación y, de tanto insistir, al final acaba en las conversaciones de la gente.

Los ejemplos de este agenda setting, como le llaman los anglosajones, son muchos: la violencia de género (reaparece cíclicamente), el caso Madeleine (en dos semanas ha desaparecido de los medios), la puesta en libertad de violadores, los presos de Guantánamo (que aún los hay), etc...

Sin embargo, estos días asisto a una tercera vía menos común: los medios de comunicación intentando introducir con calzador en la agenda un tema que ni ha interesado a la gente antes de su salto definitivo a los telediarios, ni durante, ni después. Me refiero a la Feria del Libro de Frankfurt.

El despliegue de medios de comunicación catalanes, muy particularmente los públicos, ha sido brutal. Portadas, conexiones en directo, stands, etc...Incluso con polémica: la asistencia/ausencia de autores catalanes que escriben en castellano. Un debate que no ha calado en la sociedad para nada y que a la inmensa mayoría de catalanes le ha importado más bien poco. No hablemos ya fuera de Catalunya o en la propia Alemania...

Está muy bien promocionar la cultura catalana en Alemania, darle proyección internacional y todas esas cosas pero me da a mí que todo esto responde a un etnocentrismo miope más que a un servicio público.

Y en el 2009 volvemos con la Bienal de Venecia. Ya tenemos temita de telediaro para dos semanas. De verdad, que cansinos...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Partida con trampas

Estoy jugando una partida de ajedrez contra mi pareja. Rápidamente tomo una ventaja suficientemente clara como para finiquitar el tema en dos o tres jugadas. Así que empiezo a prestar más atención a lo que dan por la tele que a la partida.

Mi contrincante mueve pieza. Yo hago como que me lo pienso, pero en realidad estoy viendo la tele. Cuando vuelvo a mirar el tablero está apartando la mano. ¿Ha tirado dos veces? Creo que sí, pero no digo nada. Quizá me lo haya imaginado.

Hago mi jugada. Ella hace la suya. De nuevo es mi turno y de nuevo me vuelvo a distraer con la tele. Al girarme, de nuevo aparta la mano precipitadamente. Tiene que estar haciendo tiradas dobles porque ahora ya no tengo ninguna posibilidad de ganar la partida.

Pierdo la partida y la rabia me carcome. Si le digo lo que pienso será mi palabra contra la suya y tendremos pelotera. Al final no lo hago, en el fondo me está bien empleado por no prestar atención.