jueves, 29 de marzo de 2007

Broken string late blues

"Estoy en el extranjero una reunión de trabajo de carácter bastante informal. Curiosamente todos los asistentes nos entendemos perfectamente en catalán a pesar de que no todos lo somos. Se habla de un prototipo técnico y se empiezan a montar unas demostraciones con lo que el sitio en seguida empieza a llenarse de cables.

En un momento alguien saca una Flying V y la conecta a uno de los cables mientras que otro hace lo mismo con una Les Paul. Ambas son color natural, barnizadas y algo oscurecidas por los años. Empiezan a tocar y se alejan el uno del otro para no interferirse. Decido quedarme a escuchar y mientras me lleno de vino hasta los topes un vaso de plástico de medio litro. Al dar el primer sorbo me cae un poco por el cuello y el pecho.

El de la Les Paul se cansa de tocar y me ofrece la guitarra. Al recoger el testigo me doy cuenta que le falta una cuerda (la tercera) con lo que pienso que menudo cabronazo es el tipo que sólo suelta la guitarra cuando le ha jodido una cuerda. Empiezo a tocar duro pero poco a poco va oscureciendo el día y voy adecuando lo que toco a la luz . Alguien me va bajando el volumen también en función de la luz pero no me molesta.

Al final estoy tocando blues de noche con una Les Paul a la que le falta una cuerda."

Por cierto, debajo de mi cama tengo una Les Paul con una cuerda menos.


domingo, 18 de marzo de 2007

No te sigo, Stephen

El camino que me ha llevado a Ulises no es otro que el comentado en la entrada anterior: la pura curiosidad de saber qué tiene este libro para ser considerado uno de los más importantes de la literatura contemporánea. Cuando lo compré no tenía la más mínima idea del argumento, ni del estilo ni de la extensión. No sabía a lo que me enfrentaba y, por otro lado, estaba libre de cualquier prejuicio.

Tras una larga introducción sobre la historia del autor, su obra y su época finalmente llegué al capítulo uno. Para ser sincero tengo que decir que el hostión (con perdón de la expresión) fue brutal. No entendía nada. No sabía por dónde cogerlo. Pero sin darme por vencido fui avanzando poco a poco... y nada. Frases inconexas (incluso mal construidas o inacabadas), saltos de tema repentinos, alusión a referencias que me faltan. Además me quedaban unas 800 páginas por delante. Vamos, un tocho en toda regla. Estuve a nada de abandonar, de aparcar el libro hasta sentirme en condiciones de afrontarlo en un futuro.

Pero aún y así, me repateaba enormemente abandonar y seguí. Poco a poco fui entendiendo que lo que allí estaba escrito era una combinación entre diálogos transcritos, la voz de un narrador externo objetivo y, lo más importante, el pensamiento interno de los personajes tal cual se produce en ese momento. Es decir, lo que se lee en el texto es exactamente lo que piensa el personaje. El tiempo de la experiencia del personaje es el tiempo que tardas en leerlo. Estás en la mente del personaje.

Finalmente llegué al capítulo 3 y pasé de estar en la mente del complejo (y algo atormentado) Stephen Dedalus a estar en la de Leopold Bloom, un tipo bastante más sencillo. Todo empezó a parecerme más asequible y, aunque seguro que volveré a tener momentos de crisis aguda con Ulises, he abandonado la idea de aparcarlo por inasequible. Creo que empiezo a vislumbrar la importancia de esta obra.

Voy a permitirme un ejercicio de palabra interior, a ver qué tal me sale:

Estilo clásico:

Tras repasar la entrada que acababa de escribir en su blog, sintió algo de hambre y pensó en preparar algo de cenar. Descartó cenar espárragos y decidió que se herviría unas patatas con judías para no cometer excesos.

Estilo "joyciano":

Se entiende lo escrito. Quizá ha quedado un poco largo. ¿Cuanta gente deber leer?. Qué hambre. ¿Qué podría hacerme de cena? Espárragos. Parrilla. Queso cabra. No, ayer espárragos romesco y no repetir. Aunque están buenos que no veas. En la nevera ¿algo de carne? Yo sesenta y seis kilos. Me acuerdo del último día que me subí a la báscula. Zapatos y cinturón fuera para pesar menos. Los pies dejan una huella de humedad en la base cuando te bajas de la báscula.
Otra vez sesenta y seis. No debería jugar siempre de portero, así no sudo nunca. Eso no es ejercicio. Pensaba que habría bajado algo. Gordo. Cara roja y grasienta sin afeitar. Mejor verdura hervida. Fácil rápido y puedo hacer otras cosas de mientras.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Las letras: una cuestión de números

Hace ya varios años decidí invertir el porcentaje de best sellers que leía respecto a las lecturas más literarias o universales. El motivo de esto fue que, echando una ojeada a las estanterías de casa, me di cuenta de que había muchos libros que recordaba haber leído pero de los cuales no podía hacer ni un burdo resumen y, en algún caso, incluso ni eso. No me acordaba. Stephen King, Robin Cook, Noah Gordon, etc...Libros de entretenimiento que se devoran tan rápido como se olvidan en la mayoría de los casos.

En ese momento salió el venazo de ingeniero. ¿Cuántas horas habré "perdido" leyendo libros que luego no logro ni siquiera recordar? ¿Cuántos libros puedo leer a lo largo de mi vida? ¿No valdría la pena ser un poco más selectivo y leer aquéllos libros importantes por su contenido artístico-estético, su universalidad, o por los cambios que supuso en el pensamiento humano?

Así que hice unos números rápidos. Supongamos que me quedan 50 años de vida. A una media de un libro por mes salen unos 600 libros hasta el final de mis días. Esto tirando alto porque cuando uno estudia está más por los apuntes que por libros. Por otro lado me imagino que cuando llegue a los setenta, tenga la vista cansada, etc... el ritmo puede decrecer. En fin, pongamos que por diversos factores, y por redondear, me quedan 500 libros. En ese momento me propuse que por lo menos 300 de estos libros fueran importantes para el ser humano, entendido de forma muy muy general.

Así pues, junto a los Tommyknockers de King ahora conviven La Colmena, El Libro de Buen Amor, La Casa de Bernarda Alba, El Rey Lear, Cien Años de Soledad, las Novelas Ejemplares o el propio Quijote por citar sólo algunos ejemplos. Pero sin pedanterías, durante este tiempo también ha habido espacio para obras como La Sombra del Viento o Pandora al Congo. La verdad es que a veces apetece la lectura con el único fin de la evasión. Como dice U.Eco en Apocalípticos e Integrados no existe ningún problema en disfrutar simultáneamente de la literatura en mayúsculas o de novelas de entretenimiento. El problema es confundir una cosa con otra, o que pretendan colocarte lo segundo como si de lo primero se tratase. Eso sería kitsch.