domingo, 18 de marzo de 2007

No te sigo, Stephen

El camino que me ha llevado a Ulises no es otro que el comentado en la entrada anterior: la pura curiosidad de saber qué tiene este libro para ser considerado uno de los más importantes de la literatura contemporánea. Cuando lo compré no tenía la más mínima idea del argumento, ni del estilo ni de la extensión. No sabía a lo que me enfrentaba y, por otro lado, estaba libre de cualquier prejuicio.

Tras una larga introducción sobre la historia del autor, su obra y su época finalmente llegué al capítulo uno. Para ser sincero tengo que decir que el hostión (con perdón de la expresión) fue brutal. No entendía nada. No sabía por dónde cogerlo. Pero sin darme por vencido fui avanzando poco a poco... y nada. Frases inconexas (incluso mal construidas o inacabadas), saltos de tema repentinos, alusión a referencias que me faltan. Además me quedaban unas 800 páginas por delante. Vamos, un tocho en toda regla. Estuve a nada de abandonar, de aparcar el libro hasta sentirme en condiciones de afrontarlo en un futuro.

Pero aún y así, me repateaba enormemente abandonar y seguí. Poco a poco fui entendiendo que lo que allí estaba escrito era una combinación entre diálogos transcritos, la voz de un narrador externo objetivo y, lo más importante, el pensamiento interno de los personajes tal cual se produce en ese momento. Es decir, lo que se lee en el texto es exactamente lo que piensa el personaje. El tiempo de la experiencia del personaje es el tiempo que tardas en leerlo. Estás en la mente del personaje.

Finalmente llegué al capítulo 3 y pasé de estar en la mente del complejo (y algo atormentado) Stephen Dedalus a estar en la de Leopold Bloom, un tipo bastante más sencillo. Todo empezó a parecerme más asequible y, aunque seguro que volveré a tener momentos de crisis aguda con Ulises, he abandonado la idea de aparcarlo por inasequible. Creo que empiezo a vislumbrar la importancia de esta obra.

Voy a permitirme un ejercicio de palabra interior, a ver qué tal me sale:

Estilo clásico:

Tras repasar la entrada que acababa de escribir en su blog, sintió algo de hambre y pensó en preparar algo de cenar. Descartó cenar espárragos y decidió que se herviría unas patatas con judías para no cometer excesos.

Estilo "joyciano":

Se entiende lo escrito. Quizá ha quedado un poco largo. ¿Cuanta gente deber leer?. Qué hambre. ¿Qué podría hacerme de cena? Espárragos. Parrilla. Queso cabra. No, ayer espárragos romesco y no repetir. Aunque están buenos que no veas. En la nevera ¿algo de carne? Yo sesenta y seis kilos. Me acuerdo del último día que me subí a la báscula. Zapatos y cinturón fuera para pesar menos. Los pies dejan una huella de humedad en la base cuando te bajas de la báscula.
Otra vez sesenta y seis. No debería jugar siempre de portero, así no sudo nunca. Eso no es ejercicio. Pensaba que habría bajado algo. Gordo. Cara roja y grasienta sin afeitar. Mejor verdura hervida. Fácil rápido y puedo hacer otras cosas de mientras.

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