martes, 29 de mayo de 2007

Un mes sin sueños

Repasando el blog, que dicho sea de paso tengo bastante descuidadillo últimamente, me he dado cuenta que hace más de un mes que no transcribo ningún sueño. Hago memoria y la verdad es que no recuerdo haber soñado últimamente, excepto un día en el que estaba tan absorto con otros temas que en lo último que pensé fue en escribir algo en el blog. Por supuesto, ahora ya no recuerdo más que algunas vagas imágenes de él.

Esto me ha hecho pensar en el por qué, si es que es cierto que soñamos todas las noches, hay épocas en las que no recordamos lo que soñamos. Yo tengo algunas teorías muy de andar por casa (como suelen ser todas) las cuales tampoco me atrevería a extrapolar a otras personas:

  • Suelo tener más problemas para recordar lo que sueño cuando me despierto con despertador. El hecho de despertarme de manera "traumática" de algún modo me devuelve al estado de consciencia sin tiempo suficiente para digerir lo sucedido la noche anterior. Del mismo modo, si no hago el ejercicio de intentar recordar lo soñado durante las primeras horas del día, difícilmente me acuerdo más tarde.
  • Las épocas de estrés o mucho trabajo (como ha sido el caso de este mes) suponen que el cuerpo esté constantemente en estado de alerta. Vendría a ser el típico caso en el que la gente dice "es que no acabo de desconectar". Este estado se traduce en un mayor estado de consciencia ya desde el inicio del día y por tanto me suele ser más difícil recordar los sueños. A veces, sin embargo, la mente se revela en estas épocas de estrés produciendo sueños con cierto nivel de inquietud o incluso pesadillas. Por suerte no recuerdo tampoco que haya sucedido este mes.
Con estas premisas la conclusión que saco es que la consciencia es un velo opaco que se interpone ante los productos del inconsciente. Más que un velo, como me dijeron un día (y la metáfora me pareció bastante didáctica), es como un papel carbón, porque una vez en estado de consciencia todo lo que percibimos es susceptible de quedar "marcado" en el inconsciente y de reaparecer de nuevo en nuestros sueños.

viernes, 11 de mayo de 2007

Las dos Audreys

Iba a empezar diciendo que odio a Audrey Hepburn. Pero eso, además de un poco radical, tampoco seria del todo exacto. Lo que odio es el uso indiscriminado y sin sentido que se hace de su imagen. Audrey Hepburn ya no es una famosa actriz de cine. Audrey Hepburn es un bolso, una taza de desayuno y sobretodo, un cuadro en cualquier tienda de interiorismo de medio pelo que se precie. Audrey le da ese toque de glamour al salón de tu casa o a tu dormitorio, en contraste con los platos sucios aún en la mesa o los calzoncillos sin recoger sobre la cama. Audrey te da ese toque "pop-art" supermoderno, paradójicamente por "retro", en el bolso. Audrey te da incluso la hora en la cocina. En definitiva: Audrey mola. Audrey es glamour, finura y sencillez; características al alcance de quien tenga unos cuantos euros para comprarse cualquier baratija con su cara (preferiblemente extraída de Desayuno con diamantes, que es más fashion).

Investigando un poco por la red (no más de 5 minutos) he visto que además de la nombrada Desayuno, su filmografía se compone de 27 películas más. Pero la que quizá sea la faceta más desconocida de la taza de café, cuadro, cafetera o bolso sea los años de trabajo que dedicó a causas nobles como la lucha contra el sida o la malnutrición de los niños (de hecho, su extrema delgadez se debía a la inanición que sufrió durante su infancia, en plena Segunda Guerra Mundial).

Esa Audrey Hepburn menos fotogénica es la que merece todos los respetos. Aunque insistamos en convertirla en producto de consumo.