lunes, 21 de enero de 2008

El miedo a la libertad

Una de las asignaturas con las que más he disfrutado este semestre ha sido Psicología de la Comunicación, sobretodo gracias a los temas que hemos tocado acerca de la psicología social. Cómo la sociedad influye en nuestro pensamiento, voluntad y emociones es algo que normalmente nos pasa desapercibido y estudiar esos mecanismos me ha resultado apasionante.

Una vez acabada la asignatura me enfrasqué en la lectura de “El miedo a la libertad” de Erich Fromm. A pesar de haber sido escrito en un contexto muy peculiar (en pleno auge de los fascismos) y que, por tanto, ya tenga unos añitos, pueden encontrarse en él unas cuantas verdades de carácter universal.

La síntesis del ensayo vendría a ser la siguiente: la historia del hombre, su evolución, ha sido siempre la de la consecución de mayores cotas de libertad. Poco a poco se ha ido desprendiendo de los antiguos vínculos que lo ataban. La ruptura de estos vínculos le ha proporcionado una libertad pero a su vez también una falta seguridad que precisamente ofrecían estos vínculos. La libertad produce en el hombre moderno una sensación de insignificancia, inseguridad y soledad ante el mundo que lo rodea que se traduce en una sensación de ansiedad y angustia.

Tristemente y muy a menudo, con tal de superar esta angustia el hombre cede voluntariamente su libertad. Necesita crear nuevos vínculos para poder depositar en ellos aquello que le causa un problema. Esta cesión de libertad se manifiesta de distintos modos, pero desde el punto de vista social son especialmente interesantes el carácter autoritario (fundamentado en tendencias sádicas y masoquistas de dominación y sumisión) y el carácter conformista mediante el cual asumimos como propios pensamientos, emociones y voluntades exteriores.

Frente a esta libertad negativa el autor propone una libertad positiva en la cual el hombre es dueño de su propia voluntad y pensamiento, sin someterse a ninguna autoridad superior a él mismo. Este concepto no está reñido con un orden social, siempre y cuando este se fundamente en el principio de libertad positiva.


Una lectura muy interesante. Transcribo algunos fragmentos que fui subrayando (de modo un tanto arbitraria porque no siempre tenía lápiz a mano o ganas):

"La imperiosa necesidad de autoconservación lo obliga (al hombre) a aceptar las condiciones en las cuales debe vivir. (...) Su personalidad es moldeada esencialmente por obra del tipo de existencia especial que le ha tocado en suerte."

"La religión y el nacionalismo (...) son refugios contra el aislamiento."

En relación a las sociedades occidentales modernas: "La relación concreta de un individuo con otro ha perdido su carácter directo y humano, asumiendo un espíritu de instrumentalidad y de manipulación. En todas las relaciones sociales y personales la norma está dada por las leyes del mercado. (...) El hombre no solamente vende mercancías, sino que también se vende a sí mismo y se considera como una mercancía."

"Las principales formas colectivas de evasión (de la libertad) en nuestra época están representadas por la sumisión a un líder, tal como ocurrió en los países fascistas, y el conformismo compulsivo automático que prevalece en nuestra democracia."

Para acabar y no alargar(tengo subrayado más de lo que pensaba), un fragmento en el que parece anticipar la actitud de "guerra preventiva" de los Estados Unidos tras el 11S:

"El tipo más agresivo de impulso sádico halla su más frecuente racionalización en estas dos formas: 'He sido herido por los demás, y mi deseo de castigarlos yo a mi vez no es sino un desquite'; o bien: "Al golpear yo primero me estoy simplemente defendiendo a mí mismo, o a mis amigos, contra el peligro de un ataque".

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