lunes, 3 de septiembre de 2007

Pesadillas recurrentes del pasado

Hace unos días, charlando con mi pareja y una amiga, surgió el tema de los sueños. Entre copas de vino y un puro criollo (tipo de puros que fuman los campesinos cubanos, hechos de hojas de tabaco sin añejar ni aromatizar y liados a mano) empezamos a explicarnos sueños y a aventurarnos en posibles interpretaciones. Cuando repasamos las pesadillas me llamó la atención la coincidencia entre personas. ¿Cómo es posible que personas que en aquel momento no tenían nada que ver, que ni siquiera se conocían, puedan tener pesadillas prácticamente calcadas? Eso me hizo pensar en la naturaleza del miedo, en qué hay de animal dentro de nuestra mente que nos hace a todos semejantes y en las teorías de Jung. En fin, eso es otro tema de discusión, tan sólo quería dejar constancia de un par de mis pesadillas recurrentes de la infancia.

Maremoto
Estoy nadando en la playa, a unos 20 metros de la orilla. El mar está levemente picado y las olas me mecen en un movimiento de arriba a abajo. Cuando estoy arriba siento un poco de vértigo y cuando estoy abajo me veo rodeado de agua. Siento una sensación de riesgo que, en el fondo, no es del todo desagradable.

Sin embargo, en uno de los momentos en los que estoy arriba, veo como se empieza a formar una ola descomunal en el horizonte. Cuando bajo el ángulo de visión me impide verla pero cada vez que subo veo que la ola es más cercana y más alta. Esa ola debe tener unos 300 metros de altura tranquilamente.

En este punto el sueño tenía distintos finales. En ocasiones intentaba avanzar hacia la ola con la intención de esquivarla buceando por debajo de ella. En otras nadaba frenéticamente hacia la orilla (siempre con la sensación de que los brazos no respondían) con la ingenua esperanza de huir a un lugar alto. En otros me situaba en lo alto de la ola y veía el paisaje desde las alturas, pensando en el castañazo que me esperaba cuando la ola rompiera.

Sin dientes
Noto un ligero movimiento en uno de los dientes. No le presto demasiada atención hasta que noto que he tragado algo duro. Me falta un diente. Y se me empiezan a mover el resto.

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